Rebeca Anais Peña, Valencia 7 febrero
2012
El
maltrato infantil se le denomina al abuso físico, sexual o mental hacia un
menor y lamentablemente es uno de los males que adolecen a nuestra sociedad
afectando cada vez con más frecuencia el bienestar y sano desarrollo de los
niños venezolanos. A pesar de que las cifras puedan representar una
investigación con mayor profundidad para garantizar soluciones eficaces ante
este recurrente conflicto, es difícil acceder a estadísticas nacionales que
describan la situación en el país, sin embargo se pudo conocer que, según el
Cicpc, en el año 2004 se produjeron 2070 denuncias de lesiones contra la
integridad física de los menores. La mayoría de estos delitos (1800 casos) son
relacionados con violencia sexual (violaciones, actos lascivos, incesto, acto
carnal, entre otros), siendo la niñas y adolescentes la víctimas más
frecuentes. En Venezuela estos actos son sancionados por la Constitución
nacional, la Lopna (La Ley Orgánica para la Protección del Niño y Adolescente)
y la Ley sobre violencia contra la mujer y la Familia las cuales garantizan en
su marco legal los derechos de menores y la mujer en el núcleo familiar y social.
Aun así, a pesar de las múltiples legislaciones no solo en nuestro territorio
sino a nivel mundial, las denuncias realizadas son mínimas en comparación con
los hogares en el que es común esta situación que implica conductas
inapropiadas caracterizadas por el descontrol de la ira y perjudiciales para un
entorno, lo que hace que sea una problemática realmente alarmante. Una encuesta
publicada en la página oficial de ONU en América Latina señala que el 80% de
los adultos opinan que es natural recurrir a los maltrato para imponer
disciplina, en cambio estudios confirman que sus consecuencias tanto médicas
como sociales, en muchas ocasiones son irreparables. Ángela Rivas es uno de los casos de esas cifras ocultas en Venezuela,
una estudiante universitaria que vivió su infancia en un lugar violento, ella
asegura que “las secuelas psicológicas realmente siempre están latente”. Rivas
aún está con sus padres y ha crecido rodeada de gritos, insultos y en las
peores circunstancias golpes. Lo que marca es “el miedo por ser maltratada día
a día en mi vida” dice destacando incluso que sufre la consecuencia de una
golpiza. “Teniendo 11 años que me fui a meter para que no le pegara a mi mamá y
él me dio tan fuerte por la cara que pegue la cabeza en la pared y me desmaye,
desde ese entonces empezaron dolores de cabeza sin parar”. Los doctores Joan
Durrant y Ron Emson resaltan al respecto que el castigo físico puede cambiar
áreas en el cerebro vinculadas al rendimiento en pruebas de coeficiente de
inteligencia y aumenta la vulnerabilidad de la dependencia de drogas y alcohol.
También retraso mental, parálisis cerebral, déficit cognitivo o de lenguaje,
trastornos de aprendizaje, problemas emocionales son algunas de las secuelas
neurológicas que señala el autor F.J. Cordobés en “Secuelas neurológicas del
maltrato infantil”, añadiendo puede causar lesiones y en algunos casos hasta la
muerte. En el caso de Ángela decidió estudiar para superarse y aunque tiene que
asistir constantemente a citas médicas eligió otro camino. Su historia no es
tan diferente a las demás pero en su casa los actos agresivos son
proporcionados por su papá y es una de las víctimas de la lesión a la
integridad humana. “Considero que ningún niño cuál sea la circunstancia debe
ser maltratado porque no es la forma de resolver las cosas, la violencia no te
lleva a nada, genera más violencia. Nadie tiene la potestad de maltratar a
nadie” subrayó Ángela resaltando que conoce las leyes que la amparan y que en
algún momento su mamá y ella escaparon y denunciaron pero en la actualidad se
pregunta y en ocasiones reprocha ¿por qué
su mamá decidió volver y seguir así?, “sobre todo cuando sabes que quien
vive contigo está enfermo”. Los castigos corporales aumentan la agresividad de
los niños Los niños a los que se castiga físicamente se vuelven más agresivos y
pueden sufrir problemas de desarrollo intelectual, según un estudio publicado
hoy en la Revista de la Asociación Médica Canadiense (Cmaj), por su sigla en
inglés así lo dio a conocer EFE. Los
doctores Joan Durrant y Ron Emson analizaron investigaciones realizadas
durante los últimos 20 años sobre castigos corporales y concluyeron que “sin
ninguna excepción” hay un aumento de la agresividad hacia padres, hermanos y
otros niños y posteriormente sus parejas.
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